Y llegó la navidad, en el pueblo de Lira, cuando Laura tiene una tristeza en su ojitos de luz. Y viene la luz, otra vez, a descifrar lo que era un día, cuando llega la navidad en día festivo. Y es el acontecimiento más importante en la vida de Laura. La navidad. Pero, ella tiene una tristeza muy adentro. Y no es para menos, su mamá que se llamaba Juana, acaba de morir. Laura se siente sola y su piel palidece. No quiere hablar con nadie, sólo quiere un gran deseo y es tener un sombrero mágico, como en los cuentos infantiles que su mamá le contaba.
Y fue a una tienda de juguetes y lo compró, con un dinerito que su mamá le dejó. Y quiso que fuera mágico, cuando dejó el sombrero sin querer fuera de su casa con el gato. Dicen que los gatos tienen más de siete vidas y que el gato de color negro es de mala suerte si se cruza al frente. Al otro día, cuando Laura tomó el sombrero que estaba debajo de la mesita donde el gato toma leche, sintió el sombrero como mágico. Y en su mirada se vió la luz, esa luz en sus ojos como relámpago que cruzó el cielo. Y el sombrero mágico se tornó con luces mágicas desde que se colocó el sombrero en su cabeza. Y quiso que fuera mágico, y se volvió mágico en verdad, cuando dió como mil vueltas. La niña, en numen llegó a una casa donde los chocolates eran de verdad, y comió alguno de ellos y se volvió más encantador el momento. Y vino el hada madrina Adina con su varita mágica a hacer de la vida de ella una gran ilusión. Y le dijo que su sombrero era mágico, como el de los cuentos y así, siguió el instante. En que la niña no dejó de soñar para adentrarse a un mundo mágico y real para ella.
La casa se tornó como un mar abierto donde navegaba en un barco grande y muy bonito. Y vió a delfines y a focas saltar, pero, quedó la niña encantada como un naufragio en el mar abierto. Y zucumbió en frenesí la lluvia donde la niña dió las mil vueltas, y quedó nefasto el día. Y la ilusión de la niña fue muy clara cuando sólo presenció un sombrero mágico en su cabeza. Y fue que quedó encantada en un pequeño charco de lluvia. Y el sombrero mágico le dió la certeza de vivir su propio sueño, una realidad casi real, como la de los cuentos infantiles. Y fue la niña en su propio mundo de ilusiones, imaginando y cosechando lo que quiso que fuera casi real. Y, entonces se adentró en una situación casi alucinación, cuando vió un árbol que le hablaba y le dijo era un momento inolvidable para él, haber tenido que conocerla. Y así fue, que le dijo que su nombre era Frero y que le gustaba mucho que el viento le brindara su eternidad en sus ramas y hojas. Y fue, que conoció al viento que también le dijo su nombre y era Terro y que ella sintiera su suave brisa que era como la de un algodón.
La niña, por fin, hizo su sueño realidad, cuando vió con sus ojitos de luz la luces de navidad que se reflejaban en el sombrero mágico. Y no fue una desilusión sino que recordó lo que su mamá le había enseñado, que los sueños se hacen realidad si lo quieres en verdad. Aunque, sólo sea viviendo la fantasía.