Flaco está el árbol, asomado al viento,
viendo correr el tiempo, indiferente,
arropado en rubores de poniente,
mirándose en las aguas un momento.
Lo van royendo con su ritmo lento
hormigas negras, silenciosamente;
minando lo están ¡tan calladamente!,
que a mí también me mina el sufrimiento.
Cuán secos los interiores están,
la venas del corazón se me enlacian,
el amor levantado se reseca.
¿Adónde los ardores que se van...,
las rojas amapolas que se lacian,
las verdes hojas que el otoño seca?
(salvador)