Nada fue igual desde que supe que te irías.
Apagó el sol el resplandor que da la vida
y el mar detuvo su bulliciosa alegría.
Penetró la noche con su luna escondida
deletreando tu nombre, con el adiós que nos darías.
A lo lejos un rumor sordo se apagaba,
era el murmullo de tu corazón que se callaba;
te escapabas a la mansión donde la muerte te aguardaba.
Hoy, mi alma acongojada llora dolorida
el eterno silencio que nos dejó tu partida.