Llueve el tiempo y los segundos
van mojando mi cabeza
desde el seso hasta la idea.
Llueve el tiempo. No hay apuros.
Desde el pelo a la locura
cada gota de esta lluvia
tiende espejos al futuro.
Y envejezco felizmente
o soy joven de repente,
vivo frágil por impulso,
desde el pulso hasta la amnesia.
Y es verdad, aunque me duela,
que decrezco en el minuto.
Es tan cierta la llovizna
en que la paz corre tímida.
Ya no hay prisa. Está oscuro.
Luego pega el aguacero
con su frío fuete negro.
Trepo el alma y aun me inundo;
algo dice el tiempo ciego
pero aparte habla tan quedo...
Con su llanto no lo escucho...
Llueve el tiempo y no distingue
las hormigas de los buitres
ni la muerte de lo absurdo.
Llueve sol o incertidumbre
o indistinto rato impune
sobre el torso de este mundo.