La primera lluvia de otoño preguntará por su destino.
¿A dónde ir?
Inhabituada a su caída,
a dónde ir?
Fugaz quizá, o copiosa, como el alma de ciertos amantes,
lo mismo que el amante,
terminará su cita con la tierra,
apagadamente,
y en el momento más querido dirá adiós,
y se perderá,
perseguida,
húmeda,
entre las nubes.
(Si pudiera entender
que el amor es una construcción de la soledad.)
G.C.
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