La danza de las flores.
Por. Javier Gamboa Panevel
La placita de mi pueblo deja de ser solitaria a las cuatro de la tarde. Todas las bellas muchachas la comienzan a ocupar. Pasean alegremente tomaditas de las manos.
Y con picaras miradas observan a los muchachos
Que las van enamorar.
No hay sitio para sentarse, todo asiento está ocupado
Y mi silla de extensión la llevo yo aquí en la mano.
Me siento donde lo quiero. La extiendo frente a un jardín;
De margaritas y rosas y también de tulipanes.
Las margaritas con trajes de colores rosa o blanco . Las rosas, todo color y tulipanes con monos rojitos; rojitos rojo brillante.
Detrás del jardín florido; a manera de escenario, hay un espacio de cielo, donde aún están dormidas, casi todas las estrellas. La brisa suave que pasa, suena a música de vals. Alegres las margaritas, lo comienzan a danzar. Tomaditas de las manos forman una medialuna. Y se apresuran las rosas a ocupar el escenario. Y corren los tulipanes para tomar de las manos, a las rosas que comienzan, a la voz de los violines, con los pies en zapatillas, sus dulces pasos de vals. Elevan los tulipanes, como izadas por el viento, ingrávidas; a las rosas. Tomadas las margaritas, en círculo; de sus manos; giran en contra reloj redondeando el escenario. Su centro son danzarines de rosas y tulipanes. ¡Cuánta gracia de las rosas, también de los tulipanes y todas las margaritas que ocupan el escenario!
La obra es una belleza. Bella es la coreografía y aún más la presentación.
Se calma un poco la brisa. Deja de escucharse el vals.
Y un tronido de ovaciones nos anuncian el final