O estoy borracho o estoy loco.
Yo, ¡hablándole a una maceta!
Contándole, por qué lloro
con tanto ahínco mis penas.
Mías son desde hace poco,
cuando dejó mi alma llena
de desconcierto y de odio
en una noche tan negra,
penas, penas y tristezas, sólo
porque se fue de mi vera
sabiendo que yo la adoro
como se adora a una reina.
Y encima el tiesto está roto,
ya no le queda ni tierra,
ni una rosa, ni un matojo,
ni un clavel, ni una violeta.
Nada alegra ya mis ojos.
Y mi garganta sedienta
va del whisky al calimocho
y al cubata de ginebra.
El lucero, al levantarse
contempla su tez morena,
y su pelo de azabache
en la corriente serena.
Silba el viento en los pinares
y los mozos en las eras.
Y el domingo por la tarde
hay deseo en las cancelas
y se buscan en el baile
chicos y chicas que anhelan
caricias de amor que halaguen
y estremezcan su piel tersa
pues más allá de pesares,
de deberes o tareas
hay una ilusión que hace
vibrar sus cuerpos de cera.
Yo gocé ese mar de amores,
y de felicidad plena,
de aromas de vino y flores,
de placeres y poemas.
De un sabor de albaricoque
que una boca de canela,
me daba, noche tras noche
envuelto en besos de menta.
Mas, fue mi vida un derroche
de pasiones turbulentas.
Fueron los primeros toques
de los primeros problemas
porque un tiempo desdichado,
trajo un latido que alerta,
desde un amor caducado,
de rumores de tormenta,
del rayo de un desengaño
que me dejó en la cuneta,
con el alma hecha pedazos
y hablándole a una maceta.
Ando borracho y fundido
y hasta las cejas de anfetas.
Me da, que ya la he jodido
y que no saldré de esta.
Sin llantos y sin gemidos
enterradme allá en la sierra.
Y entre recuerdos de olvidos
que vuelva el polvo a la tierra.
Y en un barbecho perdido,
al nacer la primavera,
jaras, romero y tomillo.
saldrán de mi calavera
Viento de Levante
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