De acero blandía
sus rayos...
y heridos los lanzaba
cual blasfemo,
fraguando...
por siempre
su desdicha,
y gritando
en su mórbida
ira...
el gigante
de un sólo ojo,
Polifemo,
y de la esquina
de su rostro zozobraba,
abrasado de noches
sin consuelo...
una estrella impura
se vertía...
zaherida
y vencida sin remedio,
¡Oh gigante
en su desdicha...!
abrasado y huido
del sol primero,
de primaveras...
asaetadas de locura,
lacerado...
en sus desdichas
sin remedio,
sólo Euterpe en su consejo
transformará por siempre
el dolor de sus desvelos
hiriendo...
su angustia declarada,
en sempiterna
amapola...
sin denuedo,
y así el Amor
tornará a su soledad
primera...
transformando
el ardor
de su locura,
en cálidos...
y tácitos consejos,
para así vencer
en sus males...
las dolorosas cicatrices,
por la ausencia
declarada...
de la dama
irrenunciable
de sus sueños.
¡Oh Polifemo...
gigante alado...!,
de un sólo ojo...
herido
en su congoja,
tu conoces de las rosas
la fragancia...
y del amor...
sus cálidas notas
sin mesura,
y pese a todo...
en campos
de sonrisas deslazadas,
te me abates....
herido para siempre
en la desdicha inigualable
de la muerte,
mas en sepultura
de loco enamorado...
vencerás
por siempre
en alas de magnolias,
tornando...
por toda eternidad
serena,
el compungido
silencio
de la pena...
en melancólica
voz de enamorado,
preñada...
y vertida de abandono,
y de anacarado fuego
insatisfecho...
desnudadamente
herido
de loores...
por la gracia
insoslayable
de su mano.
AUTOR: JOSÉ A. PANIAGUA MARTÍNEZ.