Los niños son la sangre pura del mañana.
Nosotros somos la tierra seca y olvidada.
Somos el agua empantanada, llena de temores,
con los prejuicios y los odios que desquebrajan nuestra alma.
Somos agua sucia y muerta, atrapada en los huesos
de un animal, que nos lleva por el sendero del miedo.
Agua que sólo será limpiada, con la paz que nos traiga la muerte.
Enseñemos el camino a los niños.
El camino, que olvidó los infiernos y los cielos.
El sendero, que no nos mueva a golpes de miedo.
La ruta de la paz, que inunde nuestro cuerpo y nuestro espíritu,
para que generación tras generación, algun día,
pueda respirar el ser humano tanta paz, tanto amor,
que abandone su cuerpo animal y pueda limpiar a la misma muerte.