Ningún hombre debe vivir condenado,
Ningún alma puede quedarse atrapada,
Le pregona al viento el jilguero encerrado,
Mas yo le pregono al alma soterrada.
Aunque llegue el torbellino a despojarnos,
Y una mujer con paraguas armada,
Debemos siempre luchar por zafarnos,
Y esta tormenta será desalojada.
Cuando no hay amor prisionero del trueno,
Cuando no hay sombras ni encrucijadas,
Seremos almas libres, entes serenos,
Veremos la brisa esperando su llegada.
Si nuestra litera pronto se hace trizas,
Venden primaveras sueltas en la esquina,
Que nuestras amadas deben ser la brisa,
Y amar entonces, es nuestra morfina.