La esquina
es la misma
de siempre.
La mirada cambia
(porque sabemos
que nunca nos iremos
que nunca nos fuimos).
La esquina es la misma,
cambiaron los ojos
y tiñe-des-tiñe la memoria.
Como la infancia
y los recuerdos
cambian,
se multiplican,
se dividen,
suman,
se sustraen,
se pierden.
Y, sin embargo,
los mismos.
Y es nada,
también la misma.
Mutaciones de ojos,
de recuerdos,
de paisajes.
Es necesario creer para ver.