ANA MARIA DI BERT

Esa flor fresca...

        Esa flor fresca...


El sauce da sus lágrimas al río,
y pide en sus deseos locos
que se transmuten en dulces
cuando al mar lleguen,
y las olas las reciban
hasta arrastrarlas hacia las orillas,
donde los amores las beban
y sacien su sed de dulzura...

¡Y sacien su sed de dulzura!

Se mecen, reviran,
y van venciéndose
hasta donde las caracolas
se ofrecen cual cántaros,
para ampararlas y guarecerlas ,
de la salinidad que mata...

¡De la salinidad que mata!

Ella las ha consumido,
quieren ser dulces gotas
para quienes han llorado,
y buscan en el mar el consuelo
de un nuevo despertar...

¡De un nuevo despertar!

Ser las gotas de un dulce amor
que cada día renazca
cuando el sol las eleve
y vuelvan a caer apacibles,
en la inmensidad de las campiñas,
en los valles, en las montañas.
Donde los arroyos las unan
y vuelvan a ser
aguas cristalinas
rocío del amanecer...

¡Ser las gotas de un dulce amor!

¡La flor nívea y fresca,
que llevarás a tu lecho
en cada madrugada!


Ana María Di Bert
28/07/2015