Sé que estás donde el amor alcanza
manantiales de ternura y bálsamo
y que esparces en el óleo tibio
la unción permanente de la cascada.
Sé que fuiste a la fuente del dolor buscada
para borrar el dolor; lloraste sangre
y te abrieron el corazón los puños
en la piedra convocados.
Sé aun que secaste el llanto:
recogiste en tu copa silenciosa, callada,
todas las lágrimas, el sol y las fatigas,
los eclipses, los puñales.
Fuiste al corazón de la piedra encendida,
la apagaste con un diluvio de sangre coronada
y encendiste en su lugar un valle de luz:
una cascada de soles inagotables.