Mis años recorren
a tientas la penumbra
que aparece con el tiempo,
se entrelazan mi niñez y vejez
en leve intensidad por segundos,
bailan con el espectro imaginario
de la juventud pasada
y se mofan de su alma confundida.
Muere su cálida humedad
quedando secos y marchitos,
desnudas las ilusiones quedan,
son misteriosas sombras
que pasan del anochecer al amanecer
envueltos de sueños,
Por un momento,
el crudo pensamiento
cierra las puertas;
Y mi piel habla, ríe, sueña,
se agobia entre arrugas,
las manos buscan
el lugar que nunca encuentran,
mi silencio son espejismos,
Y el salvaje hedor del cuerpo
es ya bálsamo infinito.
Ahora nada sufre, nada huye
de los placeres mundanos,
se abre la desnudez
de mi cuerpo que se funde
a otro cuerpo y se confunden,
su suave movimiento es ansia terrible
de instintos violentos,
de besos que deslizan sueños
buscando utopías.
Mis años son manos sudorosas
que siguen recorriendo, buscando
en otros cuerpos las trémulas gotas
de juventud que se han perdido,
creando un río de anhelos
que con el tiempo son un océano
de sombras.
En su búsqueda interminable
navegan en el intenso abrazo imaginario,
de su interior brotan larvas de pasiones
que se pudren por los huecos,
Naufragan en senos, en labios,
en sonidos de amar y no pensar
y mueren sin sufrir desengaños,
caen en la muerte más feliz
del ser humano, mis años viejos,
se mueren para volver a vivir.