Se prolongan mis manos
como las ramas de tu viejo sauce
hacia abajo
como si quisiera caer rendida a tus pies
y ahí, acariciar la tierra que te alimenta
la tierra que nos sujeta
nos mantiene firmes
y nos impide vivir tumbados uno sobre el otro
y devorar las lunas que vayan pasando
y mojarnos en la lluvia, de los días de otoño
y hacer más profundas nuestras raíces
y yo introducirme en lo más profundo de tu cuerpo.
Te abrazan mis manos
como el sediento que coge un vaso de agua
temblando
y una vez recuperado el aliento
y con los labios húmedos
decido explorar tu pecho al descubierto
y entre tanta piel
suspiro porque nunca termine tu cuerpo.
Y entonces decides levantarte y te vas
y a mí se me va la vida
de las lunas que hemos contado
y de repente vuelves
como el que nunca ha existido
y mis manos ya no se mueven
ni el viejo sauce existe
y tu piel me resulta indiferente
y me da igual que la recorra otros labios húmedos
y buceo en tus profundidades
para rescatar mi corazón robado.
Y ahora, otra vez se prolongarán mis manos
pero esperaré para que no me engañe
tu viejo sauce, mi corazón helado.