Brrrr Brrrr, siempre haciendo el ruido de un carro,
andando por la calle BRR Brr,
corría Marcelino
allí iba Brr Brr,
era un ruido fuerte con la boca,
como un carro arrancando,
como un carro corriendo,
nadie lo detenía
ni nadie lo multaba,
todos lo veían
pero todos lo respetaban.
Hacia los cambios con las manos
y hacia el sonido con la boca,
se frenaban asustados,
se detenían asombrados,
allí iba Marcelino para la bodega
iba Marcelino para el abastos.
Cuando andaba por la calle haciendo el ruido de carro. Corría Marcelino, por esas calles, siempre haciendo mandados, caminaba bastante, iba a la bodega, iba a los abastos. Había un viejo almacén, un depósito de víveres que todo lo tenía en sacos, y todo lo pesaba por kilos, un Señor ya mayor, lo atendía, parecía ser el dueño, hablaba con mucha autoridad y exigía respeto, tenía un carro negro, antiguo, pero bonito, era más un clásico, era como de colección. Siempre llegaba de primero, pero como era yo pequeño y aquella Señora era conocida, eran mayores que yo, había que respetar y esperar, y lo peor es que se ponían hablar de cosas que no entendía. yo era pequeño, atendía siempre las otras personas mayores primero. Siempre me dejaban de último, entonces había un saco lleno de algarrobas, lo cual no sabía para que era, yo solo metía mi manito en el saco e iba comiendo, era más dulce que el tamarindo, pero no era ácido y sabroso como el chocolate, y comía mientras él me dejaba siempre para después. “Deme medio kilo de arroz.” Decía Marcelino, y no me atendía, porque llegaba otra Señora y de nuevo se ponían hablar. Tardaba horas para llegar con lo que me pedían, y me castigaban porque demoraba demasiado.