Rueda el relámpago entre mis manos.
Permíteme la derrota y el vicio
de arrancar la maleza del alma.
Yo no necesito una pistola de agua
para asesinar peces
y tú no necesitas un tirachinas
para derribar el suelo donde naciste
por motivos de existencia.
Rueda la cobra entre las sábanas
y el gemido se hace penetrante ante tus senos.
Echo de menos todo lo que no viví:
recuerdos de una sustancia absorbida
a regañadientes.
Conservo la estética de un hombre
que jamás pudo verificar su imagen de siglos,
de milenios desmembrados a causa
de los paradójicos emblemas humanos.
Ahora rueda el relámpago entre mis manos…