Cual navegante bravío icé mis velas.
Obstinada tozudez que me corona
fiero orgullo rampante de emprender
viajé rumbo a lo desconocido de la nobleza humana.
¡Ay de mí!
que me embarqué a mi desdicha
de saber más de lo humano vi su corazón.
Conocí sus adentro... Y huyo de él.