Elizabeth Chacon Stevens

FÉRETRO Y ÚLTIMA MORADA.

Sábado, 1ro de Agosto del 2015 a las 10:42 PM.

 

Hoy para mí fue un día regular; para otros era triste y singular. A lo largo de la estrecha Calle 72 del Sureste de Miami, en la vera de mi camino rumbo a mi trabajo, una caravana fúnebre encabezada por un policía, manejando un carruaje verde, seguida de la carroza que llevaba los restos del que en vida fue, otros carros, una limosina blanca, y un motociclista negro al final marchan, mientras las sirenas de la patrulla funeraria van alertando a los conductores que se abran paso para ceder acceso a la flota, en cada cambio de luces de los semáforos. El tráfico se detiene y el difunto marcha sin remilgos. Con respeto se acata el último paso y adiós del difunto, en esta tierra.

 

Manejaba absorta por esta ruta, en recorrido a mi trabajo cuando esta procesión se apodero de mi alma, sintiendo el dolor y el final de una vida. Un nudo se forma en mi garganta y lágrimas ruedan por mi mejilla. Me pregunto: ¿Qué es la muerte al final de nuestras vidas? Yertos huesos y piel pegada a ellos sin aliento sin vida, tan yertos como los gélidos fríos, mientras su alma vuela al cielo como mariposa en vuelo. El carruaje fúnebre marcha sin detenerse, y las sirenas entristecidas continúan por la ruta, perdiéndose bajo el solitario puente del tranvía Miamense.

 

Mi cuerpo y alma se sienten desequilibrados y descorazonados ante el paso de ésta alma sin vida que se mece con el vaivén de carros en marcha, y yo me quedo muy pensativa y trato de adivinar o interpretar la vida y la muerte; es una maravilla encantada o es una tristeza apesadumbrada. Las lágrimas recorren su paso de sur a norte y de este a oeste, siendo de gran porte el anhelo de vida para mí y desesperanza en acción para otros en momento crucial. Muerte y existencia; me detengo ante la vida con suerte muy engreída por tenerla pero desposeída de la máscara que anega el dolor.

 

Duerme el difunto en la pasividad de su tiempo, mientras es llevado a su morada final del camposanto, la morada natural de los fallecidos donde se completa el ciclo vital del hombre. Del polvo somos y al polvo vamos, y luego resurgimos otra vez. Sufrimiento, dolor, rabia, agonía, impotencia e ironía en muerte terminan; reflejos, latidos y respiración visible cesan. La muerte para el ser humano lleva consigo sufrimiento, pero deja el sabor, el amor del hombre, con su obra en vida, un buen legado familiar, de amistad que vive en su ausencia, y para otros, sólo deja llanto y sufrimiento. Piensa en tu destino y pregúntate: ¿Cuál es el mejor legado que deseas dejar cuando mueras y si deseas seguir viviendo? Mis pensamientos sobre la muerte me dejaron pensando en un féretro y en una última morada. Dios acompañe su alma y descanse en paz, y que la luz que se apaga sirva para encender otras. Sin ser parte de su vida, lloré su partida.

 

FÉRETRO Y ÚLTIMA MORADA
Autora: Rosa Elizabeth Chacón León/Stevens
Derechos del Autor Reservados.
* Contumazá, Perú.
* Miami, \"Tierra Primaveral.\"

[email protected]
[email protected]