El pasado me ata
si dibujo el contorno de tu rostro,
y vuelvo a él, impensadamente,
para entregarme como ofrenda conmovida.
Angustia y amor hieren en mí a un desposeído;
la soledad me envuelve como el canto
que alguna piadosa dice lejanamente.
Nada queda en el campo.
Ni los ebrios que nadaban en el trigo.
G.C.
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