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ANDROCLES Y LA GRATITUD DE LA FIERA
Estando negociando linos de la India en Judea el rico mercader Marcius Androcles Megisto, natural de Antioquia, por los años 26 a 36, sus correrías comerciales lo llevaron a recorrer Jerusalem y sus alrededores dejando amistades con judíos romanizados, dentro de los que se contaban algunos que supuestamente estaban cansados de la tiranía del Proefjectus, y tenían un lider al cual llamaban el Mesías llamado Jeshúa Ben Joseph, de Nazareth, eran Simón (Cefas) y Tadeo, en alguna ocasión le probeyeron hospedaje y alimentación al mercader romano, luego de esto se hicieron muy amigos y lo invitaron a escuchar al Rabí, pero por esas cosas de la vida nunca contó con suerte de al menos conocerlo en otro momento.
Androcles ahora por aquellas cosas de la vida y del destino, en tiempos del emperador del antiguo imperio romano Tiberius Ceasar, paso a ser un esclavo del más vil de los amos de la madre Roma, Marcus Po]ntius Pilatus, Proefjectus ludae[a]e luego de resistirse a pagar tributo a Roma y fue encarcelado luego de un viaje por Cesarea.
Ahora servía al tirano que había sentenciado y ejecutado al que el pueblo judío pensaba iba a ser su salvador; lo que sus amigos no sabían, Cefas y Tadeo, es que fue la persona encargada de cortar y pulir los maderos y elaboró asi mismo los clavos con que fue clavado el nazareno, al cual no conoció sino cuando estaba ante su amo en el juicio manipulado por los miembros de los escribas y fariseos de la secta judía y en el momento de su agonía. Sintió remordimiento porque sabía que aquel hombre era inocente de todo lo que lo habían acusado y sentenciado a muerte.
Aquella noche antes de la crucifixión de aquel hombre se guardo unas cuantas raciones de su plato y con un vaso de agua que logró esconder. Espero a que anocheciera y a tientas fue hasta la celda de aquel hombre y le paso el plato muy cerca de donde se encontraba tirado casi muerto, el judío, no reaccionaba y con la vara con la que estaba a cercando el plato lo tocó muy levemente en la espalda, el cuerpo se removió de dolor y el hombre soltó un quejido lastimero e intentado levantarse como pudo se dió vuelta y lo miró por unos instantes, no pudo olvidar nunca aquella mirada tierna y serena y fuera de cualquier remordimiento mundano, sus palabras se quedaron gravadas en su mente.
- \"Androcles, ¿por que perturbaís mi vigilia y ayuno? Debes saber que este cuerpo no debe ingerir alimento pues ya esta preparado para su hora prostera. Anda regresa al tenderete no seaís azotado por consolar a un reo de muerte\"-. Dijo Jeshúa.
- \"Señor Jeshúa, me conmoví con vuestra condena y sentencia, luego ver la atrocidad de como os azotaban quise venir a darte un poco de alimento y un poco de compañía\"- Dijo Androcles.
- \"Mi Padre y yo te lo agradecemos y recuerda que se os va a multiplicar al mil por uno, por cuanto me visteís afligido y me consolasteís, me viste martirizado y humillado, sangrante y moribundo y alimentasteís mi alma desolada...-hizo una pausa tomó un nuevo aliento y siguió - recuerda a mis hermanos perseverar y no claudicar en la misión que les he encargado. A vos os encomiendo ser la fortaleza de aquellos que son dispersados por mi causa, por cuanto también vos seraís preseguido, pero tendrás parte en la gran promesa que les ha sido legada por mi Padre. Vendrán horas en que también haras cosas de las que los hombres hablarán. Recuerdales, que a si como a Cefas le elegí para ser la roca angular de mi promesa, vos -dijo señalandolo- vaís a ser la punta de lanza de la misma, el testimonio de enfrentar al enemigo y salir avante de las puertas del infierno. No olvides hijo mio que el padre y yo estaremos con vos, hasta el fin del mundo. De cierto te digo que envió mi ángel pronto y os mostrará el camino hacia la libertad...- Hubo un largo silencio en el que el nazareno no pronuncio palabra y escuchó de sus labios como susurros, Jeshúa oraba.
Pasados unos días luego de lo que los judíos llamaban la pascua o el sabat, tomo la desición de huír de aquel villano Proefjectus, no había podido olvidar la forma inhumana y salvaje como habían martirizado a aquel Gran Hombre, ni mucho menos aquella primera y última conversación con el nazareno.
Llevaba días planeando su huída pero las circunstancias y los sucesos no le habían permitido llevarlo a cabo, la guardia romana estaba más activa que de costumbre llegaban rumores que el Rey de los Judíos había vuelto de la muerte, pues su cuerpo había desaparecido, y otros decían que sus seguidores escondieron el cuerpo para hacer creer que resucito de los muertos como él lo dijo estando vivo. Cierta noche estando dormido escucho un ruido de pasos que se acercaban adonde estaba tendido, desperto asustado y vió al mismisimo Jeshúa de pie y haciéndole la seña de seguirlo puso el dedo en sus labios, el rabi le decía con el silencio que no hablará.
Inexplicablemente, las puertas de aquella mazmorra se habrían ante ellos, fijo su mirada en el maestro lo vió refulgente y centelleante, un brillo rodeaba su cuerpo y no podía mantener su vista en aquel ser ahora de luz. Pero no sentía miedo, sabía que a donde lo condujera el Rabí era mejor que estar en la casa de Pontius Pilatus. Por varias horas estuvieron caminando, cuando vió que el Ser de Luz (Jeshua) se detenía ante un espeso matorral, logró comprender que estaba en la explanada del Monte Ebrón, y le indicaba con su mano que entrará ante lo que parecía en la oscuridad de la noche la entrada de una cueva.
Busco refugio seguro dentro de la cueva en donde descubrió un soberbio león, el cual se lamía la pata derecha y rugía de vez en cuando. Androcles sin sentir temor se dijo:
- \"Este pobre animal debe estar herido. Parece como si el Señor Jeshúa me hubiera guiado hasta aquí para que pueda ayudarle- Se dijo así mismo y luego dijo a el león - Vamos amigo, no temas\"-. Terminó de decir Androcles.
Así, hablándole con suavidad, Androcles venció el recelo de la fiera y tanteó su herida hasta encontrar una flecha profundamente clavada. Se la extrajo y luego le lavó la herida con agua fresca.
Durante varios dias, el león y el hombre compartieron la cueva. Hasta que Androcles, creyendo que ya no lo buscarían, se decidió a salir. Varios centuriones romanos armados con sus lanzas cayeron sobre él y lo llevaron prisionero al circo.
Pasados unos días, fue sacado de la pestilente mazmorra en la cual fue encerrado. El recinto estaba a rebozar de gentes ansiosas de contemplar una cruel lucha.
Androcles se aprestó a luchar con el león que se dirigía hacia él. De pronto, con un espantoso rugido. la fiera se detuvo en seco y comenzó a restregar cariñosamente su cabezota contra el cuerpo del ahora gladiador Androcles.
- \"¡Sublime! ¡Cesar, perdona al esclavo, pues ha dominado a la fiera!\"-. Gritaron los espectadores.
Por esos días un emisario muy cercano de el Cesar se encontraba en Judea para rebocar el mandato del Proefjectus Marcus Po]ntius Pilatus, el poderoso y corpulento hombre ordeno la libertad del esclavo. Ignoraba que no tenía un poder especial. Era una demostración de gratitud del animal y una obra divina que rozonó en todo el imperio, el esclavo romano que llevó su testimonio delante de sus hermanos judíos y a toda Roma.