Si amar no doliese tanto,
tanto como decir adiós,
si adiós solo fuese presagio
de un reencuentro acogedor,
solo sería almíbar la espera
de quien desespera por amor.
Si soñar no tuviese riesgos,
los riesgos del desengaño,
igual que vivir sin locura
sería el soñar contar
candilejas que suman los años.