Arráncame las ganas que te tengo;
quémame lentamente de los vicios
por tus encantadores orificios
y tus durezas de que no me abstengo.
Destierra al perro fiel que lame y muerde
tu soledad de fruto, tu salvaje
manera de cocerme en el fogaje
en que mi soledad también se pierde.
Desgárrame la piel a ver si encuentras
verdad en las mentiras que te digo.
Verás que me he dorado como el trigo
con rayos de tu sol. Y si más entras,
al recinto del alma, no habrá nada
que no sea el color de tu mirada.