ADIOS A LA CASITA BLANCA
Me alejo del ribazo
con la mariposa
y no me olvido
de la rosa fraganciosa.
Ya no flotaran para mi
trémulas hojas cual
mágicas volandas
por arriba del caudal.
Ya no rodaran las ondas
sobre el agua indolente
en las siestas perezosas.
Ni contemplaré erguida
en la laguna
a la totora orgullosa.
En ese día de verano
sentí mucho frio
navegando solitario
por la paciencia del rio.
La vi por última vez
a mi casita
por el recodo arriba.
Y eran una sola cosa
ella y los colores del día
Por el recodo
los boyeros cantan
en los nidos
que cuelgan
sobre los camalotes
florecidos.
Adiós casita blanca.
La mariposa y la rosa
ya no están conmigo
y mi alma presurosa
se aleja solitaria
por la corriente fría.
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