Cuando tenemos al lado mujer:
nota de lira rompiendo el silencio,
música sacra invadiendo el oído;
ojos sensuales que al ver en penumbras,
brillan con chispas de pura libídine;
émula boca con forma de vulva
húmeda y roja, que besa y succiona;
curva nalgar adosada a los testes,
nido que abriga el ensueño del ave,
plácido cielo en el vuelo del pájaro;
mano pequeña que juega en el falo,
lúdico toque que pliega el prepucio
para dejar la bellota al desnudo
—glande que mira con ojo de cíclope
listo a explorar la pared de la cueva,
bálano presto a expeler su saliva
blanca y espesa, nutrida y caliente,
savia de macho, semilla en el surco,
lluvia de semen en tierra femínea—;
pechos redondos que ofrecen su leche
lúbrica al niño viril, encendido,
cuya lactancia acrecienta el pezón,
centro de flor con su erecto pistilo;
monte de venus, selvático delta,
cuerdas vibrátiles, hebes eléctricas,
pubis que aprecia la suave palmada
sobre los labios pequeños y grandes
—pétalos finos de vivos colores
donde el insecto volita y se posa—,
¡túmido clítoris, muestra de alarde!;
crica mojada que invita a la cópula,
grieta que chupa y que muerde también,
porque en el símil es ávida boca;
fuego estival en la cama, de noche;
agua de oasis que aplaca la sed...
Cuando tenemos al lado la hembra,
¿quién evadir lo hedonístico puede!
Cuando una fémina duerme con uno...,
¡clímax total, inminente y certero!