Lo rojo que hay en tus tiernos labios
distrajo mi mirada,
las uñas de tus dedos me han hecho suspirar.
Por tus furtivas miradas presiento que eres mía.
El rubor de tus mejillas me lo confirma ya.
Llegaste a paso firme lanzando rosas rojas.
Cubriste de escarlatas las niñas de mis ojos,
y mi corazón hoy sangra por no poderte hablar.
Mis manos tiemblan, mis labios se resecan,
y tú sólo pasaste ondeando tu bandera,
llevándote mi vida, el aire que respiro,
y mi alma en quieta paz.
Rompiste hoy el silencio cuando dijiste: ¡…hola!
Quedo mi piel marcada al contacto de tu aroma,
y siento que se acaba para mí la soledad.
La dicha de mirarte no la cambio por nada.
Tengo la roja esperanza de abrazar tu talle,
de susurrar: ¡te amo! De tu piel acariciar.
Mis ojos, mariposas en vuelo, te persiguen,
aletean siempre en rededor de ti,
se posan suavemente en la mata de tu pelo
y tú juegas con ellas tan solo un rato y ya.
© Armando Cano