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Y hueles a mar,
y me dejas amar,
cuando de repente me dejas una luz,
y es tu instinto distinto;
no somos almas gemelas,
pero, sí, almas paralelas,
y en sublime deseo me dejas callar,
lo que el corazón quiere decir;
y hueles a mar,
cuando los labios callan,
y en un beso entregar,
lo que es del corazón amando,
con ignoto saber que se descubre,
lo que es del amor amándote más,
un corazón con llanto y pesadez,
desde que el mundo es y será,
una fuente con beber de su agua,
de su sabor al néctar prohibido,
que me das con la boca,
y dejas el fruto de lo más hondo,
y es que no equivoca,
lo que por yerro incurre,
e impera aquí en el alma dormida,
un silencio veloz como la paz,
en cuanto a desear lo que en tiempo,
dicte con tu instinto distinto,
que parece más bien,
una convivencia autónoma,
que decreto un secreto,
que diga cuánto amor hay aquí;
y hueles a mar,
cuando la saliva dejas en mis labios,
y sé, que besaste aquí,
y existe una huella intacta de tus besos,
como ese sabor de menta,
que ni una gota lamenta,
mis labios cuando hueles a mar.
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