No deseo culparte de aquel encuentro radiante
ante aquel dia tan hermoso y lleno sol,
solamente tienes derecho a ser feliz entre mi cariño
inmenso como los valles de tus ilusiones.
No te culpo por tu inmensidad sutil de corazón blando
como la romántica luna cuando entra en tu cuarto y mengua,
hacia pasiones palpitantes entre perfumes exquisitos
para una mujer enamorada sobre el alba de la vida y mi amor.
No hay pasos en falsos cuando te escucho cantar
esos versos poéticos llenos del talento de tu alma,
para solo alegrar mi vida que flaquea ante un cuerpo femenino
muy dócil de escultura divina hecho por mi Dios.
No deseo perderte ni un minuto ante el implacable
reloj de la vida y el tiempo sumergido en el amor,
para solo tenerte sin obviar tu afecto tierno
parecido a las tiernas flores reales presentes en tu corazón.
Corazones mágicos entre los crepúsculos de las pasiones
salientes de la vida con el firmamento azul,
tan lejano como el esquivo canto de nuestro suspiro tiernos
que sobre cogen esas reacciones precisa en las emociones dóciles.
Dóciles son los suspiros hechos con los azucares entre el amor
que salpica y envuelve el contorno del eden,
tan preciso y bello como las hojas verdes que nos cubren
en medio del frio y la verdad en el amor.
RIVAS JOSE