En la noche pudimos yo y los acordeones
preguntarle al dueño de corazón ya inerte
el por qué de las llamaradas secas
y si quizá hubieramos vivido quizá.
Aquel cuentahistorias de sol de la bocamanga
del cráneo de la interrupción negra de lo angélico
se posó, inquieto y estremecido
en la exacta cumbre de lo imaginable.
En esta noche de la esencia
que de lanzados geranios de agua lejana
hacen morir la vigilia de la menta.
Por los paisajes de este recién dormir
en esta noche de lo insostenible
hace el fervor ser el hombro eterno.