Se levanta el día,
el cuerpo se desviste del negro,
cierra sus poros el alma,
el sueño recoge sus alas oscuras
y por el túnel de los ojos
penetra el látigo rojo de la vida
Abandonamos el lecho
llevando en la manos
caricias futuras y penas añejas
y en el pecho enraizada
la certeza de saber
que el tiempo es una herida
que se desangra
Caminamos entre la gente,
entre sus pensamientos
cándidos y afilados,
una niebla se levanta
como follaje de hierro
entre nuestras presencias
y se despliega un abanico
de máscaras
en el teatro de los reflejos,
donde ya somos otros
mas no somos lo que decimos,
porque hablamos
con la entraña con hambre,
actuamos con la aspereza
de la cáscara seca del corazón,
y en nuestra garganta
la verdad y mentira
se vuelve espada y terciopelo
Sonreímos como infantes
que no conocen el mal
mientras en nuestra mirada
brilla la hoja plateada de un puñal,
y maquillamos nuestra pureza
para provocar la enviada
y para incitar el amor,
llenamos nuestro entorno
de objetos ostentosos
para disimular el vacío interior,
disfrazamos nuestra fragilidad
con la piel de un leopardo
y envolvemos nuestros miedos
entre ladridos de perro guardián
Pero llega el crepúsculo
y recorre las calles
de éste mundo tan despoblado
de transparencias
recolectando flores y flechas
que no dieron en el blanco
Las cigarras cantan
la noche se abre
volvemos a nosotros mismos
y nos ponemos la máscara
de nuestro propio rostro.