Para ser feliz no basta con desearlo;
también hay que estar predispuesto a serlo.
Porque de poco sirve tener un golpe de fortuna
si luego no sabes distinguir entre el sol y la luna.
Al igual que existe el miedo al fracaso,
también existe el miedo a la felicidad,
que es el peor de los miedos,
amigo de la fatalidad,
y de la alegría, el ocaso.
Si crees que algo malo te va a pasar,
ten por seguro que te pasará;
y el día que te ocurra algo bueno,
nunca lo disfrutarás.
La imaginación para lo malo es tan poderosa,
y actúa sobre la realidad con tal fuerza,
que a menudo aquello que imaginábamos cobra forma.
Hay espíritus tan hambrientos y tan faltos de cariño que,
como esos estómagos vacíos que no han probado en meses un bocado,
morirían empachados al recibir de golpe un manjar suculento.
Muchas veces puede más el miedo que el deseo,
porque muchas veces tu mayor enemigo eres tú.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.