Martes, 11 de Agosto del 2015 a las 6:21 PM.
En el Ocaso de mi vida, yo te agradezco por mi vida,
por llenarme con esperanza y confianza ungida.
Me llenaste con trabajos, justos e injustos
y sin pena fallida, ya sea merecida o inmerecida.
En el ocaso de mi duro camino, asiento mi destino
porque eres el arquitecto de nuestras vidas y designio.
No veo un final injusto ni indigno ni maligno
porque soy constructor de mi propia vida de peregrino.
Extraje el néctar del centro del meollo de mi vida,
libé la miel de mis triunfos y eliminé la hiel perdida
en triviales cosas y sin sentido para cosechar
de mis siembras queridas amor y paz merecida.
Cada rosa que sembré, en mi rosal florecieron.
Cada flor que cultivé, de mis flores las abejas bebieron.
Cada amistad que forjé, tomaron alas y volaron;
por eso, siento la paz que a mi alma mecieron.
Amé, me amaron, algunos se embrolláron
no sabiendo lo que el amor era y me humillaron.
Sin embargo, tras el final de cada otoño renaí
con más fuerte frenesí, y todos ellos se callaron.
En mis noches lúgubres llenas de tristezas y penas
hallé conformidad y nuevas esperanzas muy amenas.
Con cada golpe, renacía con mucho más impulso,
y al final de cada batalla, eliminaba mis duras condenas.
En el ocaso de mi vida, a Dios le doy gracias infinitas
por darme la vida, unos hijos amorosos y esas caritas
llenas de esperanza para promover mis ilusiones;
con cada una de sus sonrisas, besos, y amor excluí mis cuitas.
En el ocaso de mi vida, está tu divina esperanza,
están mis hijos con sus grandes bonanzas y alabanza;
estás tú amigo, amiga del alma y la razón,
está mi familia divina. ¡En el ocaso de mi vida, hay paz!
¡EN EL OCASO DE MI VIDA, HAY PAZ!
Autora: Rosa Elizabeth Chacón León/Stevens
Derechos del Autor Reservados.
* Contumazá, Perú.
* Miami, \"Tierra Primaveral.\"