Soy el lienzo en blanco que espera ser obra de arte
y tan sólo obtiene manchas de humedad
Soy la radio olvidada,
el libro cogiendo polvo; hecho polvo,
la mecedora inmóvil,
el café frío que no llegó a ser bebido
Soy lo peor que me puede pasar
Soy el navío
que tras trágicas travesías
decide viajar exclusivo consigo
Soy plenitud jugando a ser vacío,
el cerezo y su certeza de que este invierno
no dará fruto
ni un abrazo
Soy el trazo que derivó en destrozo
porque nadie se atrevió a terminar de dibujar
por miedo a mancharse de poesía
Soy la osadía que con pretenciosa alevosía rompe las cuatro paredes a pensamiento limpio
y al salir se atropella con su fantasmagórico pasado
y demás vestigios
Soy el corto y no cambio
Soy el tiempo que se pierde
mirando al reloj
y su veloz paso que me pisa si me paro en su prisa
Soy la risa que me aprisiona cada vez que algo me apasiona,
que me fustiga el corazón si un diálogo me impresiona
y presiona
y presiona
y presiona
Soy el tango más nostálgico de Gardel
sonando de fondo en el corazón de un alma huraña
que frecuenta algún siniestro burdel
Soy el ocaso,
si acaso tímido asomando por entre el horizonte
en ocasiones tenue, otras, cegador;
pero siempre,
y digo siempre,
puntual para cuando den las siete
y tú prometas permanecer
hasta abandonarme a otros continentes.