Iniciales
Ábrelo al monte,
que salgan de su vientre las murallas,
las urbes del carbón, las celosías
del prístino palacio y el ladrillo pobre.
Que nazcan de la altura nuevos muros
con que el hombre conquiste su silencio,
las castas de un dolor emparedado
entre crueles monarcas y pueblos malheridos,
que no quede una casa que no parta
desde aquellos peñascos de basalto,
de tierra, de estrujadas superficies,
lavadas por la lluvia hasta ser piedras,
hasta hacerse guijarros, que el cemento
del tiempo y de la luna alzan en muros,
en activas paredes del progreso
y en las habitaciones de los sueños.
El hombre quizá vino de los mares,
y nació de ameba y algas, de un escualo,
pero la confección de su refugio
partió con mil cavernas milenarias,
oscuras y salobres como el viento
que cruzan los errantes hasta hacerse constructores,
hasta alzar por sí mismo los bloques de granito
y un sitio elaborar para la noche y para el culto,
para el fuego y el amor, para la guerra,
para labrar allí sus más queridas iniciales.
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