Roquearguellesarevalo

En el mar... lo profundo

Miré hacia donde el cielo y el mar se perdían 

y en esa niebla gris impenetrable 

encontré perdidos como tristes naves 

la vidriosos pedazos que quedaban de tu vida.

 

No bastó con desearlos en mi manos,

entonces bajé a la orilla y subí a mi bote

diciendo adiós a estas piedras de bronce

y esta costa llena de tu falta y el vacío.

 

Como no tenía remos, usé mis brazos.

Inútil! Por qué no estabas tú en mi bote?

Mi alma helada con sus vientos quebrantes 

salió de mi y entró al mar a buscarte.

 

Pasaron minutos, horas, días y no salía;

inmóvil mi cuerpo yacía en el bote

y mis ganas de tenerte de vuelta a costa

se quedaron contigó ahí y con mi alma helada.