LOS ALELIÉS
Puse con mis manos
alelíes rojos en su cabeza
para adorno de su pelo
cuando me pidió que la amara
la noche del año nuevo.
Se los ofrecí blancos
y más frescos
cuando quiso que me fuera
y le obsequie mi bendición
porque esa es mi manera.
Me fui sin llanto y solito
por los atajos de la pena
entre ladridos solitarios
con su último beso
y con las estrellas de febrero.
.
Sus ojos brillaban ausentes
y en su pupila estaba
todo el olvido
con su pensamiento
en la lejanía.
Tuvo pena de mi pena
y vi en su tristeza espinas
pero también lágrimas
de recuerdos dulces
caer una a una
por sus mejillas
en la noche del adiós.
Me gustaban los alelíes me dijo
pero ahora prefiero
la rosa y el jazmín
para mi pelo
y para mi santo de marfil.
Mientras el silencio
giraba redondo
en el calor del día entero
y la última noche también giraba
en una canción de desconsuelo.
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Adolfo