Mi corazón toca a una puerta,
mi corazón, como un mendigo
con el afán de su esperanza incierta
pero callando lo que yo no digo.
Porque el que me hirió sin que lo advierta,
el que sólo me ve como una amiga
si alguna madrugada está despierto
nunca será porque soñó conmigo...
Y sin embargo, ante la puerta obscura
mi corazón, como un mendigo loco
va a pedir su limosna de ternura.
Y cerrada otra vez, o al fin abierta,
no importa si alguien oye cuando toco,
porque nadie sabrá cuál es la puerta.