¡Que expresión en su mirada!
Aquella que antaño ofreció ternura
y hoy, sin fuerzas y esperanzas pocas,
busca amor, comprensión, ¡desesperada!
La presencia del ser ansiada
sus ojos presurosos hallar intentan,
y en medio de su postración
Como única compañera de dolencias
la muerte, vi en su cuerpo arraigada.
Soledad, espejo de esa alma castigada,
que ocupara otrora la mesura,
habita los lúgubres rincones de su corazón,
y de ésta habitación, no menos fría.
Dios perdone a aquellos
que ignorando el mayor amor de sus vidas,
ha quienes en el dolor los han parido,
olvidan al ser que dio principio
y refugio a la luz de sus vidas.