Diaz Valero Alejandro José

Entre frases y reflexiones V

Hay quien intuye e intuye, arguye y arguye, y nada construye.

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Los árboles esperaron la noche para ver las estrellas.

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La noche enamorada levantó su velo blanco.

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Todo huevo depende de su cáscara.

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Para cantar no hace falta que la canción exista.

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Hay amores como el viento que todo estremece y luego desaparecen.

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En la palidez de su dulzura muchos caujaros juegan ser uvas.

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Lo hosco de la piedra se olvida al cincelarla.

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Algo que se agradece con los años: Los regaños.

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A veces morirse es la forma más contundente de demostrar que se estaba vivo.

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La presencia de Dios es como una montaña, sólo quien la ha tenido cerca puede admirarse de su majestuosidad.

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La muerte es como una espada cuyo filo corta el hilo que nos une a la vida.

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La desmemoria en el socorrido parece un acto de ingratitud.

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El no comer, la mayoría de las veces más que falta de apetito, es falta de comida.

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Llegó la noche de nuevo repartiendo horas de sueño.

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Invitaré a la noche a dormir, antes que ella me invite al trasnocho.

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La araña no teje por ocio ni por negocio.

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El que escribe piensa y el que lee también, en la conjunción de ambos pensamientos está la grandeza de las letras.

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El ciego no necesita tanto ver, lo que más necesita es que lo vean. Cuántos ciegos pasan tristemente inadvertidos.

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El ave cuida sus plumas porque ama su vuelo.

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La vida transcurre y se discurre mientras todo ocurre.

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Cada vivencia nuestra es como un naipe en el castillo de nuestra existencia, la desmemoria es el viento que lo desbarata.

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Cuando la sangre corre el dolor se desboca.

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Para evitar la tortura… ¡La locura!

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El arco iris teme teñirse con las nubes negras, por eso espera que caigan para mostrar su colorido.

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Las gotas de lluvia son iguales hasta que caen. Nosotros somos lo contrario.

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Muchas madres ven el castigo al hijo como una autoflagelación.

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La muerte vence sin pelear, solo espera que el tiempo o la desgracia, hagan el trabajo.

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Para tropezar, con una sola piedra basta.

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Esquivar una piedra para tropezar con otra, otorga la duda sobre cual tropezada sería peor.

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La noche palidece al ver al sol.

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Cada noche tiene su historia aunque a veces nadie las cuente.

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La noche nunca se va, se camufla con el día para arrullar el sueño de los trasnochados.

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Las noches son carrozas que con hilos de sueño halan la carga pesada del día rumbo al descanso.

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Las noches son el columpio donde se balacean muchos sueños.

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En la noche los noctámbulos salen hambrientos a engullir las sombras.

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Los sueños a veces se enredan con la luna.

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Lo grande de la vida es que se termina.

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Cuando el ave vuela hace honor a sus alas.

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Las armas no matan almas.

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El nido cayó y el pájaro calló.

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El amor es como un viejo sin dientes por eso cuando muerde muchos ni lo sienten.

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Aquel que dice que el amor no existe. ¡No existe!

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El amor con error, es Hamol.         

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A veces el amor antes de llegar al corazón se devuelve.

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Las casas silenciosas guardan gritos detrás de sus puertas.

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Escribir significa muchas veces, poner en tu papel palabras de otros.

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La memoria es como un árbol seco que va perdiendo sus hojas dejando sólo leve vestigios de sus raíces.

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Triste la frase que en su primera fase se desfase.

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La verdad no tiene flexibilidad, mientras la mentira encoje y estira.

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Quién puede alegar sin fundamento lo que ya sabe a los cuatro vientos.

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En los lugares más recónditos, donde nadie busca, te hallé.

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Me dormí oyendo la lluvia y me despertó la inundación.

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Cada flor tiene libre albedrío de entregar sus pétalos al rocío.

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Hay dolores grandes que se guardan en los baúles del alma.

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Los días de sol y noches de luna son enemigos de la lluvia.

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Tranquila, muy tranquila, he visto a la oveja, que aunque la esquilan no se queja.

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Los malos pensamientos sirven a muchos de alimento.

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Para quien suspira el mundo no gira.

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Autor: Alejandro J. Díaz Valero

Maracaibo, Venezuela