Escucho viejas canciones
y te leo.
Me pregunto
¿para quien escribo yo entonces?
y te leo aún más lejana que ayer.
Hoy hablé con una amiga
y hablamos del cementerio de Baigorria
y colocamos en el florero del dolor
algunas flores de acero.
Es triste la vida
si la miramos
desde ciertos ángulos,
tal vez si cambiamos de foco
podemos ser al menos
algo felices,
o menos infelices,
según miremos
el vaso medio lleno
o el vaso medio vacío,
entonces me re pregunto
¿para quién escribo yo entonces?
Acabo de leerlo a Borges
¿Yo? ¿A Borges?
¿Yo, que tanto lo odiaba?
El odio es ignorancia,
acabo de darme cuenta
y reconocerlo,
yo creo que nadie me lee
y sin embargo
se que tú me lees
entonces
puedo sentirme satisfecho
ha sido un día terrible
pero tú sabes
que yo te quiero,
apoyo mi mirada
en el paisaje
la ciudad sigue siendo gris
y asfixiante
pero yo pienso
que tú suspiras
y se abre en mi
un panorama nuevo
“la sonrisa”
quiero reirme de nuevo,
quiero sentarme frente a tus ojos
y reirme
saber que estamos vivos
como esos peces
que nadan hacia su destino
y poder ver el sol.
Ahora comprendo
a las viejas culturas,
no hay nada que supere
tu cuerpo bajo el sol radiante,
hay cosas como la sal y el sol,
insospechado juego de palabras
que para mi significan
placer y vida.
Borges tenía razón
y el turco Asis lo dejaba
explícitamente dibujado…
Flores robadas de los jardines de Quilmes
y la libertad de ser joven y peronista.
La vida tiene un solo sentido,
el horizonte
llega hasta tus piernas
y el sol me ilumina el camino.
Las flores de acero
tienen la ventaja que duelen
pero jamás se marchitan.