Doce rosas y un corazón marchitándose al sol,
Plasmados de agonía y muchedumbre sostenida.
Riegas con un beso el más viejo de los versos,
Discutes entre un te amo y un te quiero.
Veinticuatro horas y una madrugada proveniente,
con un sol naciente, de inocente resplandor.
Verdades que no son aprobadas y locuras desbordadas.
Me niegas tu ausencia, permites quedarte.
En el piano desafinado tocas una melodía,
que al oírla con agonía, reniego de esta vida,
Más temida, reprimida y ambigua.
Encarecida de amor y odio, cayendo en lo más hondo.
Temiendo por el ocaso que llega sin fin,
temiendo por recordarte cerca de mí.
Floreciendo penas, matando el alma con cierta calma,
y luchando por alejarte, lamentando conocerte.
Retroceder hasta el presente, destinado a perderme,
luchando de repente, frente a un mar con fuerte corriente.
Te deseo con firmeza, en esta noche de tristeza,
Dónde las penas me ahogan y roban mi calma,
Dónde los motivos se desvelan,
Dónde ya no queda nada.