Nataly Olarte

Felicidad.

Cada día que pasaba,
me convencía una vez más
de que era ella a quien
mi corazón debía amar.

Cada parte de su cuerpo angelical
emanaba el fresco aroma
de la vida, de la paz, de dos corazones
atrapados por un mismo sentimiento.

Su sonrisa me llevaba al cielo
y desde las más altas nubes
contemplaba la repugnancia del mundo
comparado con el sabor de sus labios.

Me regocijaba bajo esa dulce voz
que recitaba para mi
los más bellos poemas
y así, entre letra y letra
perdía la noción del tiempo,
el control de mi cuerpo
y terminaba envuelta
en el suave manto de su piel
Mientras el alma volaba de su mano
por un mundo de fantasía y colores
que sólo sus negros ojos me podían brindar.