Porque cuanto mas pasó el tiempo
más valoré tu presencia.
Puedo sin vergüenza decirte
que esa suave llama,
que sé sincera amistad,
brilla lo mismo en tu ausencia.
Porque comparto contigo cosas buenas
y otras que palpitas con simpleza,
apartando de mí el dolor,
y también la tristeza.
Porque sin ser como yo soy,
eres todo lo que necesito ser:
La palabra franca. El silencio oportuno.
La sonrisa limpia. La mirada cómplice.
La confianza brindada con tanto placer.
Porque no existe en nosotros maldad,
ni tampoco envidia,
no han podido separarnos
males tales que ciegan la fe,
y abren las fauces de la ira.
Porque mucho estimo tu amistad,
divino tesoro el que comparto,
en un rincón del corazón
junto a las cosas amadas,
celosamente la guardo.
Por todo lo que me has dado,
¡sin medir cuanto me dabas!
Por todo lo compartido,
¡en tantos días y veladas!
Puedo llamarte amigo,
¡que creo cosa sagrada!
Y decirte con toda la voz que tengo:
¡Gracias por darlo todo sin exigir nada!