Cuando nada me calma
y todo me turba,
me resguardo en el silencio
que envidian de mi las tumbas.
Cuando todo sabe amargo
y la saliva arrastra penas,
siento que ya no existo,
que piadosa la muerte me espera.
Cuando no hay límite a lo difuso
y el espíritu no halla remedio,
tirano opresor el tiempo
enerva la ansiedad que siento.
El que otrora fue condena
hoy se vuelve vivo embeleso,
me cobija en sus entrañas,
me ilumina con su pálido reflejo.
Amigo, ya no corren las agujas,
tampoco Cronos mi marcha ostiga,
a su carro triunfal me aferro
para olvidar la hiel que destila la vida.
6/6/1983