lemos maximiliano

Hoy llora la naturaleza.

 


Amanece con un sol cansado. Su luz, tenue de tristeza y ausente de alegría
busca esconderse tras los árboles, dejar en sombras su sonrisa.
La brisa acaricia mi rostro, dejándome sentir su voz.
Susurra a mi oído una triste melodía, tan llena de pena, tan vacía de vida.


Un silencio incomprensible cubre los bosques de nuestra amada tierra,
lloran los pájaros que hoy no quieren cantar,
y los ríos lucen agotados, casi inmóvil su paso de libertad,
caminan hacia ningún lado, ya no quieren llegar al mar.


En la costa, la muerte negra cubre hasta el horizonte de mis ojos,
emanando de las profundidades a pasos inmensos.
Callan los gritos de las gaviotas, no pueden escapar,
sentenciadas, se ahogan en la amargura de sus besos.


Los delfines nadan en la oscuridad de la torpeza ajena,
perdidos en la mar que hoy no reconocen.
Son inocentes del juicio natural, pagan el error que por codicia innata
se lleva hasta aquella flor que espera por nacer.

Atardece en penumbras, y el llanto seco de las tierras áridas,
deshidrata los corazones de las plantas bajo el rosedal,
se preguntan por que la diosa de la lluvia las abandonó,
mientras se toman de las manos y rezan en lágrimas su última oración.

Sopla el viento y el eco de soledad responde cada pena,
el silencio inerte atrapa todo y nadie se escapa de la cruel realidad.
El cielo deja caer una lagrima, y es la naturaleza quien habla,
sollozando pide perdón, suspira tristezas y tranquilidad.


Anochece en silencio, y por fin reina la paz.
Recito una antigua plegaria druida mientras cierro mis ojos.
El silencio abraza mis pensamientos y en sueños me acurruca.
Solo puedo decir adiós, se que el hombre es el único culpable.





Lemos Maximiliano Daniel
(Inspirado por el desastre ambiental en el golfo de México)