Quisiera equivocarme y ojalá que fuera tu desdén lo que me avoca a este exilio bastardo en que las cosas no pintan del color que uno quiere. Quisiera equivocarme y no ser yo, no ser yo quien al ver que llegabas arrojaba los libros y una vez por semana se acostaba contigo y a las doce te dejaba durmiendo, no ser yo quien te hacía mil fotos y con cada disparo te inventaba un cadáver, la vida se encargó de llevarme por parajes oblicuos que yo mismo detesto, yo llenaba las copas con la misma presteza con que tú regalabas al mundo una sonrisa, yo decía te ofrezco el paraíso y eras tú quien pagaba el café. De nada te sirvió y tú que supiste leer el movimiento de mis labios cuando estaba callado no pudiste advertir que mi manera de amarte era algo así como un ir expropiándote hasta el punto de que un día siquiera recuerdes tu pasado y no conserves carnet de identidad. Pero mira el tiempo ha transcurrido y sólo queda la música, las palabras de ayer están escritas y mentí cuando dije que iba a ser para siempre y que a mi lado tú nunca estarías sola: te mentí, te mentí y no me merezco siquiera tu desdén, ni merezco este exilio que está lleno de ofrendas incumplidas ni esta astucia de río que no es sino el falso reducto de una lágrima. Hoy, supongo que tú pasarás cada noche durmiendo a la intemperie como duermen quienes no tienen nombre ni costumbres ni deudas, releerás los errores y tal vez se te escape gritar ¡maldita sea! Quisiera equivocarme.