“Qué espléndida laguna es el silencio
allá en la orilla una campana espera
pero nadie se anima a hundir un remo
en el espejo de las aguas quietas”
MARIO BENEDETTI
He llegado a ser silencio…
eso creo, porque creo en las verdades,
pero no las que se dicen con enojo
sino aquellas que se sacan con valor,
en aquellas que nos calman ansiedades.
He llegado a ser silencio…
Aunque, claro, no el silencio lisonjero
que especula con mentiras miserables,
sino aquel que compromete la palabra
que en silencio grita más que un pregonero.
He llegado a ser silencio…
Pero no porque me calle lo que digo,
pero no porque le tema al argumento,
el que callo aun teniendo el elemento
que me da la protección
que suele dársele a un testigo.
He llegado a ser silencio…
de muchos versos que he olvidado,
de muchos versos incipientes
y de otros muchos tan hirientes
que harían que alguien me viera avergonzado.
He llegado a ser silencio…
Porque sé que mis palabras
para algunos son urgentes,
como urgente es el adicto de la droga,
porque sólo en la abstinencia se prologa
la alegría de ya no ser codependiente.
He llegado a ser silencio…
Y en silencio me mantengo
pero lo hago cuando debo...
el “deber” no de una deuda, ni el deber del alienado;
pero sí de ese silencio que a pesar de ser gritado
me produce silencioso el efecto de un placebo
que me hace sentir sanado
y me enseña a ir valorando
a quien va junto a mi sombra,
a quien mucho ya le debo,
a quien tengo aquí mi lado.