No me preguntes por qué nunca sonrío
pues ya para mí la vida no es la de antes,
ni ese rio en que me bañaba ya es mi río
y ahora tus manos desnudas llevan guantes.
Cuando te miro a través de mi ventana
veo rasguños en lágrimas sangrantes
-no importa si noche es, tarde o la mañana-
y las caricias son gestos emigrantes.
No va conmigo, no quiero hacer regates,
quiero que sepas que no te hago reproches
si no se riega la planta no hay tomates.
Quizás tu encuentres oro de más quilates
o luna llena que luzca por las noches
o alguien más serio que no haga mil dislates.
Aquí te firmo el adiós, aunque dudando,
con el ánima encogida atragantando
y en una nube, de pena naufragando.
©donaciano bueno.