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Eres bella y sonriente,
Linda como el jazmín;
Las rosas aterciopeladas
Ríen al verte,
Más aun el sol te irradia
Y no te marchitas.
La culpa de nuestros padres
No te alcanzo,
Fuiste librada de las garras
De la fiera inmunda
Que mancha y ensucia
Nuestras túnicas blancas.
Serafines te contemplan,
Arcángeles se admiran
De tu fragancia;
Sin embargo, los querubes
Se exaltan de toda tu belleza.
Fuiste librada de la culpa original,
Tus vestidos blancos de belleza sin igual
que hermosea a todo el cielo
y lo deja atónito de toda
La hermosura que Dios
Ha hecho en ti.
Rompe Señor todo molde,
La hiciste sin macula
Y la preservaste de toda
Situación que ensuciara
Sus vestidos
De la alta nieve.
Radiante como diamante,
Belleza del espejo de las gracias
Contenidas en la pequeñez
De Dios,
Cofre que guarda
El tesoro nuevo y eterno
Que ninguna arca ha podido guardar.
Trono de la suma y eterna sabiduría,
Digna eres Tú, oh María,
De ser ese trono de amor
Donde se reclino y se sentó
El que tres veces Santo es.
Bella de todas las gracias,
Sonriente llena de luceros
Brillantes;
Virgen fecunda
De todas las virtudes,
Madre de la gracia
Y de la pureza.
No te toco el pecado original
Al verte temió de tu belleza
Y sonriente Tu por tener
A Dios en todo tu ser
Y de contemplarle a El
Al que todo puede cuyo
Nombre es Santo.
Bendito el tres veces Santo.
Bendito el que la hizo sin macula,
Bendito el que la hizo toda bella y la llamo:
“María, mi madre”.