Soy un viejo ¡qué hacer, no es culpa mía!
perdón no he de pedir por ya ser viejo
ni hundirme deberé en melancolía,
no crean, no me amargo y no me quejo.
Que, aunque quisiera, atrás volver no puedo,
ni vendiendo, cual Fausto, mi alma al diablo,
que un haya soy viviendo en un hayedo,
un becerro pastando en un establo.
Que excusas pedirás, si eres culpable,
nadie a mí me consultó por qué nací
y ni en dónde ni cuándo yo elegí,
ni siquiera el por qué he de ser amable.
Pues que estirar el tiempo ya no puedo
que en este corto plazo en que viví
por ser yo mismo luché y lo conseguí
aunque nunca escapar logré del miedo.
Yo sé que siempre he sido un verso suelto,
que no asumo ni sumo a las corrientes,
azucarillo que en agua se ha disuelto
cual verdad que se esfuma cuando mientes.
Mas él habla de lo que sabe, que ha oído,
que dicen que ocurrió, mas no se sabe,
un ave que husmeando va el deslave
del sueño que un buen día haya tenido.
Y no habla por hablar, que en su sendero
ha visto despuntar las florecillas,
y sedientas morirse en el florero
de lágrimas cubriendo sus mejillas.
Y al corazón ha visto prisionero
y hasta su alma arrancarle una rapiña
y ver enternecerse al limonero
con un limón brindándole a una niña.
Y ahora aquí sentado junto al mar
levanta la cabeza al cielo y mira
si acaso valió la pena caminar
para acabar ardiendo en una pira.
©donaciano bueno.